EL MAYOR ESFUERZO EDITORIAL ECUATORIANO DEL SIGLO XX

Jonathan Tayupanta Cárdenas

A principios de la década de los sesenta, con la iniciativa de Tomás Rivas Mariscal, abogado y hombre de negocios, se funda en Guayaquil Publicaciones Educativas Ariel, casa editorial reconocida, tanto al nivel nacional como latinoamericano, por su esfuerzo de difusión y fomento cultural.

En un comienzo, la recién nacida empresa dedicó gran esfuerzo al lanzamiento de materiales lúdicos y educativos. Entre las publicaciones más recordadas, se encuentran los álbumes de cromos Así nació Ecuador y Conozca Ecuador, elaboradas por Francisco Huerta Rendón —reconocido historiador y erudito de nuestro país— y la colección de libros Compañerito, textos integrales para la educación básica en el que también colaboró en la creación de contenido el mismo fundador de la editorial.

A lo largo de esta década, debido a su aporte cualitativo, la empresa gana reconocimiento, se posiciona y alcanza cierta fidelidad en el consumidor. Varios medios de comunicación de la época destacarían la calidad de la impresión y «su didáctico y valioso contenido» (El Universo, 27 de abril de 2008).

Años después, Tomás Rivas, seguramente influenciado del éxito comercial en la venta de colecciones literarias al nivel internacional, decidió plasmar proyectos similares en el país. Es por ello por lo que, adecuando sus ideas a la realidad económica y social del Ecuador, editó dos colecciones inéditas de clásicos de la literatura, que estarían al alcance de las clases populares y el hombre común. La primera debía materializar lo mejor de la literatura ecuatoriana, y la otra, los clásicos de la literatura universal.

El proyecto era muy ambicioso, considerando el nulo aporte del sector privado a la cultura y a la educación general de la población. (A inicios de los setenta, desde lo público, el mayor esfuerzo en este ámbito lo hacía la Casa de la Cultura Ecuatoriana).

Bajo ese contexto, ¿cómo se podría emprender con la producción de un bien de baja rotación y poco interés colectivo? ¿Cómo se podría realizar un proyecto de esa magnitud? Seguramente con un producto asequible económicamente, llamativo y de calidad se podría crear una nueva necesidad de mercado y formar una industria a partir de ello.

Con una gran inversión y el aprovechamiento de economías de escala en la producción, el precio de lanzamiento de cada uno de estos libros fue de 12 sucres[1] (El Universo, 27 de julio de 2012), un precio relativamente bajo para un producto de distinguidas características (el salario mínimo vital entre 1971 y 1972 era de 750 sucres) (Pazmiño, 2010).

Los libros fueron bien recibidos por el mercado y, por ello, finalmente, se creó una verdadera industria editorial en el país. La persona de bajos y medianos recursos los adquiría con la mentalidad de ilustrarse y de formar una pequeña biblioteca en su casa, al alcance de toda la familia. Anteriormente, si bien existían publicaciones literarias en Ecuador, su producción era ínfima y destinada para una fracción del mercado: bibliotecas, literarios empedernidos y bachilleres. Como afirma Hernán Rodríguez Castelo, «… se hacían tirajes de cuatrocientos o quinientos y no se vendía nada» (El Universo, 27 de julio de 2012).

Publicaciones Ariel, a raíz del éxito de sus dos primeras colecciones de literatura, realizó tirajes iniciales aproximados a los veinte mil por libro, y, al poco tiempo, eran necesarias varias reimpresiones de igual o mayor tiraje.

Finalmente, la clandestina literatura ecuatoriana salió a la luz y despertó interés de gran parte de la población.

Pero ¿cuál fue el camino a seguir para editar estos libros en tan poco tiempo? En 1969, Tomás Rivas Mariscal contactó a Hernán Rodríguez Castelo ―en aquella época se había destacado por trabajar en distinguidas revistas; por sus críticas de arte, estilo y libros en varios periódicos nacionales e internacionales, y por ser parte de «Revolución Cultural»[2]―. El primero le comentó acerca de su proyecto editorial, y el segundo se comprometió a plasmarlo.

La primera colección a salir tenía que ser la Biblioteca de Autores Ecuatorianos de Clásicos Ariel. Esta debía tener lo mejor de la «literatura ―novela, cuento, teatro, lírica― historia y cultura del Ecuador de todos los tiempos» (R. Castelo, s.f.). Hernán Rodríguez Castelo seleccionó las obras y acordó en recibir del dueño de la editorial 1 500 sucres por cada estudio introductorio y, a partir de los 10 000 libros vendidos, 10 ctvs de sucre por cada ejemplar (Pérez Pimentel, 1988). (Sinceramente, se puede considerar a estos prólogos como los mejores estudios de la literatura ecuatoriana ―más de un millar de páginas de arduo trabajo desde 1969 a 1973―).

El historiador Rodolfo Pérez Pimentel menciona que los primeros volúmenes fueron apareciendo en un principio en la Sierra y posteriormente en la Costa, «tímidamente al principio y luego en forma triunfal, pues el país entero comprendió que se trataba del esfuerzo editorial más importante del siglo».

El primer libro que salió a la venta, en 1971, fue Historia Antigua I de Juan de Velasco, del cual se vendieron aproximadamente 16 000 ejemplares en un primer tiraje (R. Castelo, s.f).

El 27 de marzo de 1971, el diario El Tiempo de Cuenca había informado a la ciudadanía acerca de la venta del primer libro de la Biblioteca de Autores Ecuatorianos de Clásicos Ariel:

El día de ayer se llegó a una cifra record en la venta de libros de literatos ecuatorianos, que supera a gran distancia cualquier otra cifra que se hubiera registrado hasta ese momento. (como cita R. Castelo, s.f.).

Posteriormente, fueron saliendo, uno a uno, los siguientes libros de la colección, hasta completar el número cien: Literatura ecuatoriana. Para este título los editores planearon que el volumen estuviese dedicado al estudio histórico de la literatura ecuatoriana —y quien mejor que Hernán Rodríguez Castelo para realizarlo—. Sin embargo, esta obra se la publicó incompleta y solo abarcó la historia hasta una parte del siglo XVIII[3] (R. Castelo, 1974).

El éxito comercial de la marca fue glorificado por personajes de renombre como Benjamín Carrión y Velasco Ibarra. El primero consideró al proyecto como «la aventura editorial más grande de nuestra historia» y «la más grande proeza intelectual»; mientras que el segundo expresó: «Uds. han llevado la cultura al Pueblo» (como cita R. Castelo, s.f.).

La editorial fue reconocida por varios organismos. Hernán Rodríguez Castelo menciona:

La Comisión Internacional del Año del Libro concedió a Ariel la Medalla Internacional del Año del Libro, y el Ministerio de Educación se sumó a este reconocimiento, considerando «que la empresa editorial Ariel ha cumplido de modo ejemplar con los ideales propuestos para este año, lanzando en millares de ejemplares, al alcance de las clases populares, las obras mayores de la cultura y la literatura nacionales, lo cual ha significado el comienzo de  una nueva etapa en la historia del libro ecuatoriano».

Y, al culminar la colección con el número 100, el Ministerio de Educación confirió la condecoración de la Orden al Mérito Educacional de primera clase ―la más alta de su género en el Ecuador― a la empresa.

El reconocimiento del Ministerio de Educación fue otorgado el 14 de julio de 1973 (R. Castelo, s.f). La Biblioteca de Autores Ecuatorianos de Clásicos Ariel fue un éxito.

* * *

En 1973, salió otra colección: Ariel Universal. La selección recogía las más grandes obras de la literatura de todos los tiempos. Igualmente, estaría compuesta por cien libros cuidadosamente escogidos, con la colaboración de grandes autores, escritores, polígrafos y críticos del Ecuador. La logística de producción y comercialización debía ser la misma, el de la primera colección, la Biblioteca de Autores Ecuatorianos.

Para esta colección se nombraría a otra persona a cargo de la supervisión de la editorial. El prestigioso poeta y periodista Rafael Díaz Ycaza tomó esta responsabilidad. Trabajaría en la editorial hasta 1980 (Pérez Pimentel, 1988).

Además de la supervisión, Rafael Díaz Ycaza se encargó de realizar gran parte de los prólogos de los cien libros. En otros muchos participarían literatos reconocidos al nivel nacional e internacional como: Alfredo Pareja Diezcanseco, Benjamín Carrión, Cristóbal Garcés Larrea, Pedro Jorge Vera, Ignacio Carvallo Castillo, Alsino Ramírez Estrada, Abel Romeo Castillo, Jorge Pérez Cocha, Hernán Rodríguez Castelo, Vinicio Romero Martínez y Otto Morales Benítez.

Esta colección, al igual que la primera, tuvo un gran triunfo comercial. La editorial comenzó a crecer incluso más: el mercado nacional le fue insuficiente y se comenzó a exportar a muchos países de América del Sur y Centroamérica ―con gran éxito en el mercado peruano y colombiano―. Publicaciones Educativas Ariel fue la primera editorial ecuatoriana en ganar reconocimiento al nivel regional.

Tras la publicación de estos cien volúmenes, Tomás Rivas Mariscal emprendió un nuevo proyecto, esta vez para el público juvenil e infantil. Aquellos que deseaban aprender de literatura de forma fácil y divertida lo podrían hacer a través de Ariel Juvenil Ilustrada.

La colección estaría bajo la supervisión de Rafael Díaz Ycaza, él mismo realizaría los prólogos de los cien libros. Estas versiones debían ser resumidas ―adaptadas― e ilustradas para facilitar el entendimiento, pero de ninguna manera podían reemplazar a las obras originales; por el contrario, el objetivo principal de estos libros era inquietar al público juvenil ―¿y por qué no al adulto inexperto?― a la lectura del libro completo.

En el libro En la intimidad de sus bibliotecas: lecturas inolvidables, Dogo García (2007) describe la emoción de toda una generación que creció con estos libros ―en este caso, en el mercado colombiano―:

(…) salió a la venta una colección de libros para jóvenes que se llamaba Ariel Juvenil Ilustrada (…). Cada semana salía un volumen y costaba ocho pesos. Mi viejo no dejó de comprar un solo libro de aquellos y yo los esperaba ansioso cada martes. Aún hoy los conservo.

Mi primera lectura seria fue Corazón, de esta colección. Y definitivamente fue un placer descubrir que podía manejar la lectura a mi antojo, mi primer placer puramente personal.

Esta colección fue muy conocida. En la premiación a Rafael Díaz Ycaza en el año 2011 del Premio Nacional Eugenio Espejo, el presidente de la república se refirió a la colección:

Las personas de mi generación no podemos olvidar esas colecciones, sobre todo la colección Ariel Juvenil, con la que aprendimos tanto, en versión muy económica, muy resumida, obras de la literatura universal como la Ilíada, la Odisea, etcétera.

Efectivamente, estos libros fueron pensados para todo tipo de persona que le interesase leer los clásicos de la literatura en forma resumida, captando lo más representativo de la obra. Para esto, la editorial contrató a personas especializadas para realizar adaptaciones e ilustraciones, siendo estas últimas el atributo más grande de la colección ―en su mayoría realizadas por Nelson Jácome―.

Nuevamente Tomás Rivas Mariscal acertó con sus proyectos editoriales; todos teniendo gran triunfo comercial. Existieron otras colecciones aparte de las tres estudiadas, pero con inferior éxito, una de estas fue la colección Ariel Esotérica, publicada en 1975 y 1976 y supervisada por Patricio Tapia.

Tras la publicación de estas colecciones, la editorial se encargó de editar revistas y folletos educativos. En 1978, se publicaron diez tomos de la Biblioteca Sexual de Ariel, siendo también bien aceptada por el mercado. En 1980, Pablo Cuvi Sánchez trabajó para revista Ariel Internacional.

Después del éxito de marca a finales del sesenta hasta la década del ochenta, fue decayendo en los noventa. Se dejaron de publicar nuevos títulos y no se renovaron ediciones; muchos dejaron de comprar los libros porque los consideraban obsoletos. Asimismo, se avecinaba otra generación de lectores. Otras editoriales siguieron los mismos pasos, pero lejos de lograr aquellos resultados: aunque sus ediciones eran más modernas, no pudieron dejar la huella que logró Publicaciones Educativas Ariel.

Grave falla de la empresa fue no actualizarse y no adaptarse a las nuevas necesidades del mercado. Es por ello por lo que aquel emprendedor guayaquileño que logró instaurar la industria editorial literaria en el Ecuador, Tomás Rivas, ya iniciando su vejez y sin ningún familiar que continuase con el proyecto, decidió vender la marca. Gran pena de él era el posible escenario de la desaparición: un esfuerzo de toda una vida y el de muchos colaboradores no podría desvanecerse de esa manera.

Es entonces cuando, a partir del 2008, fecha en que la marca cambia de dueño, se comienza a modernizar las publicaciones y a dirigir la empresa desde otra perspectiva. Actualmente, se ha ido digitalizando el contenido y se ha sacado nuevas ediciones de las anteriores colecciones.

En este momento la marca se ha modernizado y trata de recuperar el mercado antes ganado. Probablemente Ariel tomará el mismo rumbo de 1963, siendo una editorial que alimente y fomente el desarrollo cultural de otras muchas generaciones.

[1]A la fecha, el tipo de cambio era de $1 por 25 sucres. Los 12 sucres equivalían $0.48. En términos actuales esa cantidad monetaria representa, aproximadamente, $2. 70.

[2] En 1966, la Casa de la Cultura Ecuatoriana perdió su autonomía: la Junta Militar había derrocado a Carlos Julio Arosemena y se despojó a Benjamín Carrión, fundador y presidente de este organismo. Muchos eruditos del país se tomaron la Casa de la Cultura para protestar en contra de la pérdida de libertad cultural. Finalmente, aquellos personajes contribuyeron en la elaboración de varios artículos cuyo objetivo era asegurar la independencia de este organismo.

[3] Le tomaría al autor algunos años más publicarlo. El estudio completo lo tituló como Historia general y crítica de la literatura ecuatoriana.

Referencias bibliográficas:

· Arteta, Germán (27 de abril de 2008). Los álbumes de cromos divirtieron y dieron conocimientos a niños y jóvenes. El Universo. Ver más

· Hernán Rodríguez Castelo: “El interés por los libros vino de familia”. (27 de julio de 2012). El Universo. Ver más

· R. Castelo, Hernán (s.f). Vida y obra. Ver más

· R. Castelo, Hernán (s.f) Historia de la literatura ecuatoriana. Ver más

· Pérez Pimentel, Rodolfo (1988). Diccionario biográfico del Ecuador tomo 5. Hernán Rodríguez Castelo. Ver más

· R. Castelo, Hernán (1974). Literatura Ecuatoriana. Clásicos Ariel: Guayaquil.

· Pazmiño, Juan (2010). La economía en el gobierno de José María Velasco Ibarra. Ver más

· Pérez Pimentel, Rodolfo (1988). Diccionario biográfico del Ecuador tomo 5. Rafael Díaz Ycaza. Ver más

· Cañón, Hector (2007). En la intimidad de sus bibliotecas: lecturas inolvidables. Lecturas de Dogo García. Norma: Bogotá.

· Correa, Rafael (9 de agosto de 2011). Discurso del Premio Nacional Eugenio Espejo a Rafael Díaz Ycaza.

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